Todos, muchos, la gran mayoría de nosotros conocemos, amamos, deberíamos saber la música que corresponde al título de esta entrada. Tan reciente como afortunadamente tenemos el Día del Libro, no podía dejar escapar la ocasión de reflexionar sobre mis queridos Miguel y Alonso.
Mi querido Miguel, complutense de nacimiento, era... « de rostro aguileño y cabello castaño, frente lisa y desembarazada,
alegres ojos y de nariz corva, barbas de
plata y bigotes grandes, la
boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tenía sino
seis, y éstos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen
correspondencia los unos con los otros; el cuerpo era entre dos extremos, ni
grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo
cargado de espaldas, y no muy ligero de pies...»
El pobre hombre dejó un brazo luchando en Lepanto, estuvo preso no sé cuantísimo tiempo y, por si no tuvo bastante en vida, ahora no sabemos con precisión ni dónde está enterrado. Sin embargo, en esa soledad de la prisión en la que estuvo, no contento con pensar cómo fugarse de allí, tuvo la brillante, genial, majestuosa idea de escribir la obra cumbre de la literatura española sobre el mayor espíritu indómito del mundo.
Por otro lado, mi querido Alonso Quijano, más manchego que el queso, estaba volviéndose un poco loco (condición indispensable para tener la ilusión de vivir) de tanto leer Amadís de Gaula y un día, cuando rozaba los 50 añazos, tomó una decisión: «quiso ponerse nombre a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho
días, y al cabo se vino a llamar don Quijote. [...] Quiso, como buen
caballero, añadir al suyo el nombre de su patria y llamarse "don Quijote
de la Mancha", con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y
patria, y la honraba». Y aunque en su primera salida no le fue demasiado bien, consiguió con posterioridad recorrer gran parte de la geografía de nuestra piel de toro permitiéndonos conocer hoy cuáles eran los tópicos de cada región allá por el siglo XVII.
Sus aventuras, pesadas y áridas para los más pragmáticos, han sido afortunadamente adaptadas, traducidas y amoldadas a todos los gustos y edades. Personalidades aprendiendo castellando para poder leer la obra en versión original, traducciones a todos los idiomas habidos y por haber, mil y una ediciones para escolares, adaptaciones cinematográficas... Nuestros Miguel y Alonso intentaron y lograron sembrar algo en nosotros. No le veamos como un "pirao". Su imaginación, su cuerda locura, su manera de luchar por su sueño, su rechazo al qué dirán... el espíritu de Don Quijote debe calarnos hondo y hacernos, sino mejores, al menos más felices.
«Alonso Quijano murió, pero don Quijote continúa vivo; ahora mismo está
en algún lugar, disfrazado de hombre de nuestro siglo, confundiendo tal
vez el reflejo de un tubo de neón con el plateado resplandor de un
prodigioso cometa... Si le encontráis, por favor, no os burléis de él...»
((Y para quiénes os picaba el gusanillo, aquí os dejo la canción ;))
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